..Había vuelto a perderse en aquel instante de vigilia onírica. De nuevo en la consciencia sintió una leve presión en el cuello y se vio a sí mismo encaramado en una silla de su piso tras la angosta ventana que mostraba el microcosmos de aquella ciudad desconocida.
Cuando sintiera difuminarse la división tajante entre despertar y sueño se sabría perdido. Tal vez fuera así de simple por una vez. No mezclar conceptos, cercar la irrealidad, prohibirle la entrada al mundo de lo cotidiano y no ver más en él la presencia de sus pensamientos e intuiciones. Olvidar la existencia de aquellos seres inquietantes, formas mentales con identidad propia. Y alejarse, en definitiva, de la enseñanza del viento y el árbol, y buscar en cambio la compañía del vacío.
Pero, ¿acaso tenía capacidad de elección? ¿No quería, a fin de cuentas, sentirse vivo?
Concebía la vida como la constante pugna entre realidades, hasta la victoria de una de ellas. Aguardaba el resultado que conocía de antemano. Imposición de la irracionalidad como el eslabón perdido entre el ser y la ausencia. Locura como transición a la única realidad amada y ansiada, el verdadero triunfo de la inconsciencia, del sueño, del árbol.
Miedo a vivir, temor a sí mismo y pánico a la muerte que le esperaba suspendida de la soga que cercaba su cuello. Tan sólo tenía que dejarse caer..
Me llamo Miguel, mis amigos me dicen que me parezco a Shaggy, el dibujo animado aunque en los ultimos tiempos me han llamao de todo.
Vivo en Madrid pero cuando me dejan me escapo a Manoorka, el último reducto de libertad. Manoorka es un sentimiento de felicidad, es donde realmente nace la poesía.
1 Comments:
Estética de la destrucción.
..Había vuelto a perderse en aquel instante de vigilia onírica. De nuevo en la consciencia sintió una leve presión en el cuello y se vio a sí mismo encaramado en una silla de su piso tras la angosta ventana que mostraba el microcosmos de aquella ciudad desconocida.
Cuando sintiera difuminarse la división tajante entre despertar y sueño se sabría perdido. Tal vez fuera así de simple por una vez. No mezclar conceptos, cercar la irrealidad, prohibirle la entrada al mundo de lo cotidiano y no ver más en él la presencia de sus pensamientos e intuiciones. Olvidar la existencia de aquellos seres inquietantes, formas mentales con identidad propia. Y alejarse, en definitiva, de la enseñanza del viento y el árbol, y buscar en cambio la compañía del vacío.
Pero, ¿acaso tenía capacidad de elección? ¿No quería, a fin de cuentas, sentirse vivo?
Concebía la vida como la constante pugna entre realidades, hasta la victoria de una de ellas. Aguardaba el resultado que conocía de antemano. Imposición de la irracionalidad como el eslabón perdido entre el ser y la ausencia. Locura como transición a la única realidad amada y ansiada, el verdadero triunfo de la inconsciencia, del sueño, del árbol.
Miedo a vivir, temor a sí mismo y pánico a la muerte que le esperaba suspendida de la soga que cercaba su cuello. Tan sólo tenía que dejarse caer..
Ahí va, noble, ab imo pectore.
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